Comentario
La época de Adolfo Schulten asociaba también muy estrechamente el arte griego en España a la colonización jonia en el extremo Occidente. Consideraban en la presencia griega más sus supuestos aspectos civilizadores que los prioritariamente comerciales. Por tanto, la principal manifestación de aquélla era la gran escultura o los grandes epígrafes -éstos tan escasos, por otra parte- y no la más humilde y funcional cerámica del comerciante que nos ha ocupado a los arqueólogos preferentemente en estas últimas décadas. Pues prevalecía además, en estos autores, una concepción jerárquica, heredada del neoclasicismo, que distinguía artificialmente entre artes mayores y menores.
En este ambiente, José Ramón Mélida, a quien podemos considerar con justicia el padre de la arqueología clásica en España, buscaba en las esculturas los testimonios de la colonización y del comercio griego en la Península: el pequeño Hércules en mármol de Alcalá la Real, en el Museo Arqueológico Nacional, que hoy clasificamos como una copia clasicista de época romana, fue considerado entonces por Mélida como un original griego del último arcaísmo. Paralelizó históricamente su hallazgo al del Esculapio de Ampurias, éste sí, efectivamente griego. Pero, al contrario que en Ampurias, Alcalá la Real no es un yacimiento griego por lo que Mélida, en 1930, tuvo que proponer que allí "sin duda fue llevada la estatuita como objeto de culto, y acaso de Mainake, la colonia griega que se cree existió en la costa al lado occidental de Málaga". Los modelos clásicos de la escultura y una modernizante concepción colonial de la polis -al modo de las colonias europeas a lo ancho del mundo- estaban presentes con frecuencia en el pensamiento de nuestros predecesores. Todo ello condicionaba en el arqueólogo la clasificación misma, la interpretación, los resultados. Pues habría de ser función de las supuestas colonias griegas en el extremo occidente el extender entre los indígenas de la Península el arte superior de su pueblo.
Con anterioridad a Mélida, el investigador norteamericano Rhys Carpenter había publicado en 1925 un precioso librito -The Greeks in Spain-, "Los Griegos en España", donde se plantea de nuevo la relación del arte griego con la colonización jonia en el Extremo Occidente. Quiso establecer los vínculos entre la perfección técnica del arte griego y una emulación inmadura, lastrada por la falta de medios técnicos, de los iberos.